30 diciembre, 2008

Tras pasos de plomo


Mientras las cárceles se deshacen con ácido en vena,
las ojeadas se esparcen en mitad de un callejón
con las aceras más limpias que antes de ayer
y sin cubos de basura repletos de mentiras y barro de engaño.

No me muerden detrás del cuello
sosteniéndome en un montón de hierro viejo.
No hemos tenido ni tiempo ni venganza
para acabar con los cabos sueltos
de una mañana fría y de una noche de verano,
anclada a un libro negro pegado a la espalda.

Ahora sigue sonando
la misma canción de hace dos años,
pero del revés,
y sin llanto anegado debajo de la almohada.

Y sigues ahí hasta cuando los retazos
de mi memoria se disuelven y vuelven a no creer en nada,
siquiera en mí,
ni en los besos que nunca me has dado
pero que siempre tuve demasiado cerca.

Tal vez suene el despertador como cada día
y me levante pensando que todo va a ser
un único espejismo sin salida,
pero ha llegado demasiado tarde y la memoria en una mano
suele ser menos frágil que si me cortas lo único que tengo.

Mi remedio restaurado por dos pasos ciegos.

25 diciembre, 2008

De frente


Mientras mi afonía pliega acordes
en los pasos que marcas cuando me limitas,
el frío me encoge de hombros.

Y espero donde siempre
engañando al frente entre unas baldosas obscuras
de una sin razón anciana,
recogiendo las horas como sobras
ahuyentando lo de hace tiempo,
ya no hiere.

Tu espalda me insinúa como luces de neón
en una puerta sin salida de emergencia
cobrándome peaje al por menor
sin fragmentos de órganos en la cama.

Mi estática sonrisa echa de menos
todas las noches que el reloj marca las tres
y echa de más cada mañana que llego tarde,
uno solo y sin prisa sin mezclarte en el café.

Me prolongas por tu recorrido de carretera
para alcanzar lo que quiero
andando tras la fantasía que carcome por mis ojos,
mientras, yo te sigo por palabras.

Y es que no estamos hechos de porcelana
para seguir bebiendo de esta copa que está tan fría
recordando algo más que un ensayo.

Mientras mi afonía pliega acordes
dejo hundirse letras en el tintero
donde el frío me encoge de hombros
pero te miro de frente y no es tan malo,
es un riesgo que da la cara.

11 diciembre, 2008

Cedemos de par a impar


Te ofrezco cien hojas consumidas por el humo
para que no juegue el enfado
y nos baile en los huesos el aire y me reste.

Porque se cuece el invierno
en los golpes de mis rodillas,
por cogernos el suelo saltando,
por doblarlas tantas veces impares.

Necesito de nada para desfigurar
mis días tostados que son tus noches
sin mermelada en la cubierta;
no derrames de cerca
dos besos por una mentira
porque los desayunos en tus ojos
no tienen aroma plantados en una maceta
con un aviso entre las hojas.

“A medio lamento mañana
no estaremos fuertes”.

No entiendes,
tendría que quedarme
a vivir en el bolsillo de los restos
mientras todo lo de ahí fuera
sigue pronosticando que huele mal.

Donde tengo las de perder.

No me arrimo a ninguna orilla
por las cosas que me debes.

05 diciembre, 2008

The game will continue



-¿Qué haces?
-Pensaba en ti.
-¿No me habrás llamado para decirme esa estupidez?, no pierdas el tiempo.
-¿Por qué eres tan dura conmigo?
-Porque no quiero que hagas esto.
-¿El qué?
-Preguntarme, ni que me llames, ni pensar en mí.
-¿Por qué no?
-Ya sabes por qué
-No, ¿por qué?

Me aprisionó un silencio desconcertado, deseando por primera vez que la llamada se cortara o que estallara el teléfono de repente.

-Lo que quiero es una respuesta. -Dijo insistiendo.
-¿Sabes? tengo ganas de ver esa sonrisa, es el único lugar donde me dejas entrar.


Cabizbaja, recordé cuando me dijo que las verdades son medias sin carreras a lo largo de unas piernas bonitas.

-De una sonrisa no se puede querer. ¿Sabes por qué? -Espeté convencida de mi pregunta.
-Porque tus labios no están hechos para morir en el intento. Porque no necesito depender de ti para sentirme querida, no tengo que regalarte lo que me falta, siquiera la falda, ni la lencería doblada todavía en el segundo cajón. Si así fuera te debería mucho más que tú a mí pero tú no te das cuenta. Seguramente me dirás que me quieres todos los días hasta que te convenzas de que es una palabra que pierde significado y te irás, haciendo hoyos bajo tierra.
Te llevarás la suma de mis maneras aún sabiendo que no puedo darlo todo, habrá despedidas en una puerta muda aunque se caiga el cuadro que está junto a la puerta y siquiera nos reconocerán nuestros ojos donde tantas noches me hablaban a oscuras. Entonces, ya no habrá escapatoria. Serás esa canción que no podré volver a sentir, escuchando una voz que dice “Let there be love” , serás ése otro al que le escriba más muertes, desórdenes y un fracaso más entre la tinta de unas hojas que probablemente acaben en el mismo lugar donde empezaron, en la basura.
-El único problema que tienes es… que eres una cobarde.
-¿A qué viene eso? Si pretendes cabrearme…
-Déjame hablar a mí, creo que tengo el mismo derecho a sublevarme. ¿No?

Me quitó la palabra con un talante que no había visto antes en él, se entre oía una sonrisa inhumana en donde el después se convertiría en un lobo a punto de lanzarse contra mí para quitarme la razón a toda costa y el hecho de cortarme con firmeza hizo menguar mi seguridad.

-Tienes miedo a que se te erice la piel con un beso, a darlo todo sin darte apenas cuenta y sentir que no puedes estar mejor, el problema es que crees que las ilusiones son sacos rotos que se desmoronan con sólo una palmada en la espalda al minuto siguiente, crees que todo va a salir mal y tienes pánico al fracaso cuando estás metida de lleno. Vas con pies de plomo observando lo que ocurre a tu alrededor, sin actuar. Siempre sales corriendo cuando estoy cerca. Siempre huyes de ti misma, cuando sabes de lo que eres capaz. ¿Me equivoco? Dime la verdad.

Me sentí por momentos como profanada por aquel tipo, pero para mi desgracia, tenía toda la razón.

-¿Piensas que porque te crees que me conoces, voy a darte una oportunidad? Las oportunidades cazan mariposas en una red de alambre y yo no voy a ser quién caiga en ésas redes, al menos, en las tuyas.
-Tal vez no te has dado cuenta, pero ya has caído. -Respondió con la misma seguridad de antes, como si la vida le fuera en ello.
-¿Tú crees que es tan fácil? -Pregunté con la única voz que me permitían mis ojos, ensimismada, estaba a punto de romper a llorar.
-Sólo creo lo que te niegas a admitir.
-Entonces seguirás dando vueltas en balde.
-¿Pero… me escribirás? -Me preguntó como si mencionarlo en mis letras significara una esperanza.

Pensé con la certeza de que si le dedicaba una sola letra del abecedario, tal vez se olvidaría en el cajón de la lencería, en el cenicero de los cigarros apagados o en algún libro con una flor seca en una página de esas que prefiero guardar para el recuerdo.

-Nunca lo sabrás.
Colgué el teléfono en acto seguido y lo que no le dije es que siempre lo haría a escondidas.