15 marzo, 2011

Le mime



Hoy no sé que te debo
pero he debido pasarme de tiempo
soltando bocanadas de alivio en tu espalda
mientras soltaba tu mano
y me disponía a decirte adiós.

¿Recuerdas cómo dolían las medias sonrisas?
Eran bofetadas de cortesías,
unos ojos enrojecidos con lágrimas retenidas.
Una lluvia con un sol radiante,
unas manos abandonadas extendidas
y un sentimiento a punto de ponerse en off.

Estoy aquí,
y siempre he estado detrás de esta palidez alegre
sin saber muy bien qué decir
porque el hueco de estar a un lado (a tu lado) se llenaba de soledades.

¿Me entiendes?
Claro que no.

Por eso,
rompernos sólo una vez
fue suficiente para estrechar las medias sonrisas
y conseguir una tregua de mimos
que al volverse a ver no se escuchaba nada.

Ahora,
A pesar de todo es diferente,
Madrid se vuelca en las calles
y me brinda otra casualidad.

¿Sabes por qué?
Porque tengo la tez pálida con una enorme sonrisa en la mano
que me hace cosquillas en el ombligo
y ya no suena el hueco vacío de los lados.