He temido mis horas en tu mirada
y aunque lo he sentido venir tantas veces
nunca ha estado tan cerca de soplarme
arrastrándome a caricias ciegas infinitas
como usurpando las líneas de una mano.
Tus ataques frustrados hacen mella sin querer
como si eso fuera lograr vida
y mis defensas se recogieran antes de que vuelva a sentir
una hecatombe en el estómago,
pero se sueltan cuando diseñas palabras que sonríen.
Destapándote, desinflado descubres que no estás solo
y entonces me encuentro a mí misma
donde la poesía vuelve antes de comenzar a hablar
agujereando a su vez puntos negros
que todavía sepan saltar al vacío.
La metáfora exacta no existe en mis ojos,
a no ser que haya algo que le dé el carácter;
ese punto en concreto que hace
que no haya tardado tanto.
BRATISLAVA (6)
-
Recuerdo con una precisión absoluta la primera vez que te dije “te quiero”.
Te quedaste callado, sin emoción. Luego dijiste:
“Es gratificante que me quie...
Hace 3 semanas