Las razones de escribirme siempre se apelmazan en el cuello de una botella a punto de cerrarme la boca para ahorrarnos palabras sin sentido. Sin embargo, hay cosas que aunque me lleven a talones desnudos las caídas son más pesadas y mis recuerdos no se van con facilidad. Las razones de escribirte se enganchan a mis extremidades como sanguijuelas para exprimir mi mortalidad que cuelga de las pestañas. Sin mis poemas, contaría de uno en uno los desperezos que se escriben de vez en cuando paso a paso, de dentro, en dirección hasta el fondo donde las culpas se pronuncian sobre las mismas cosas que no digo porque pienso que no existe una sola razón. Tal vez lleguemos a un fondo que nos ahoga, que nos deja con el sentido exacto de que vamos a equivocarnos, que mi voz sumergida te silva en el borde susurrándote despedidas. Eres tan doloroso, que me quedaría a vivir al otro lado de tu costado donde la vida parece distinta.
No sabes que para mí los restos de todo lo demás penetran hondo sin saber que hay un hueco extrañamente golpeado, es perturbador sentir ardor cuando algo toca tu nombre aún sabiendo que hoy estarás aquí, calándome los huesos.
Puedo perdonarme mis pares de silencios al escribir y pararme despacio como el recorrido de un caracol. Saberte a más y dejarnos a menos con las solapas de nuestros trajes que se llevan algún susurro de antes mal querido, pero no puedo evitar sentir esta estúpida sensación de miedo a perder, de corromper trivialidades; de sentimiento, de furia ofensiva.
Pero no me olvido de que las risas nos cuentan historias de miedo Frente a frente, labio con labio para convertirnos en incrédulos y saber que nunca va a pasar.
Porque perderte sería como mirarnos en barcos de papel que se inundan buscando un ápice de miedo en nuestro reflejo, porque mis sonrisas no serían tan verdaderas si no les haces cosquillas; porque un día me dijiste que nunca era de más querernos, querer, seguir queriendo.
Porque sin ti nada es tan importante que sentir que ya no habrá pares de silencio si no tres, cuatro, cinco …
Hoy no sé que te debo pero he debido pasarme de tiempo soltando bocanadas de alivio en tu espalda mientras soltaba tu mano y me disponía a decirte adiós.
¿Recuerdas cómo dolían las medias sonrisas? Eran bofetadas de cortesías, unos ojos enrojecidos con lágrimas retenidas. Una lluvia con un sol radiante, unas manos abandonadas extendidas y un sentimiento a punto de ponerse en off.
Estoy aquí, y siempre he estado detrás de esta palidez alegre sin saber muy bien qué decir porque el hueco de estar a un lado (a tu lado) se llenaba de soledades.
¿Me entiendes? Claro que no.
Por eso, rompernos sólo una vez fue suficiente para estrechar las medias sonrisas y conseguir una tregua de mimos que al volverse a ver no se escuchaba nada.
Ahora, A pesar de todo es diferente, Madrid se vuelca en las calles y me brinda otra casualidad.
¿Sabes por qué? Porque tengo la tez pálida con una enorme sonrisa en la mano que me hace cosquillas en el ombligo y ya no suena el hueco vacío de los lados.
El mundo sin ti a veces es un paracaídas sin paisaje para aterrizar, una mueca descolgada, un verano de sudores fríos, una muñeca rusa que se ríe de mí al destaparla, un enfado descomunal. Un yo sin nombre.
Contigo siempre está la ventaja de salir corriendo y esconder los gramos de risas que me dejas entre un sí y un no. De destapar mi maleta de viaje, encontrarte donde siempre como si fueras la única sombra de la noche porque siempre es de noche cuando me miras.
Las ventajas son tus formas que se desencajan y encajonan nuestros dedos donde se para nuestro tiempo mientras te hablan mis te quieros que saldrán en algún susurro acostada en tu espalda.
Sin embargo, el frío me sigue escribiendo que mi mundo sin ti huele como a cigarrillo apagado, como si me lo hubieran aplastado en las narices.
¿Sabes lo que quiero decir?
Que te quiero mientras intentas hacer pompas de chicle sólo porque yo me empeñé.
Entonces, no sé como apartar los ojos de los tuyos sin que se me clave una astilla en el cuello y dejar de pensar en todas las noches sin ti en las que hace viento y
Cuéntame lo que te cuesta soportarme la mirada que yo te hablaré del vértigo que supone escalar por tu garganta. Puedo hacerme la cabeza un nudo y entonces se estrecharían todas esas cosas tuyas que cuelgan cada día y tiran de mí como si fuera la goma gastada de un tirachinas. Pero cuesta tanto abandonar esa tibia tirantez en la que la incertidumbre de caer o no caer me mantiene viva.
Te quiero. Es la primera vez que lo acepto porque sé que no aguantaremos el peso de los reproches (los míos), de las distancia de los minutos (los tuyos) y son tantas veces que lo he escuchado en mi cabeza que se me había olvidado que lo pensé ayer, esta mañana, hace cinco minutos mientras escribía esta especie de poema, mientras escuchaba tu voz que me suspende en el aire como si cayera en paracaídas aunque no sepa lo que significa.
Te quiero sin querer porque hace tiempo me dejé de engañar y sé que dejarnos caer nos matará de golpe como pensarte bajo mi sombra escribiéndote éste poema después de tantos meses.
"Estas amistades peligrosas no sé donde nos conducirán”
“Te odio“, me dices mientras me sigue la sonrisa de tus ojos, tan verdes que se me clavan en la nuca erizándome la piel; me doy la vuelta y ahí están otra vez intentando ver más allá de mi propia vanidad.
Lo tenemos tan cerca y yo … ya no sé lo que te tengo cuando hundes tus dedos por mi espalda.
Si me quedaran rincones para decorar junto a dos palabras que suenan mal; dos tiras de celo para adherirme al suelo y un hueco que me hiciera pensar demasiado.
Te diría que no es más fácil callar que rasgar la voz y causarte así algún estrago.
Lo tenemos tan cerca que se hace peligroso juntar dos actitudes parecidas en el mismo beso, en tu cara desencajada cuando te increpo y en mi gesto cínico para resolverme.
Pero tus ojos dejan de parpadear por un instante.
Y entonces, te diría que …
No sé lo que te diría ahora después de desordenar mis últimos cinco minutos.
He temido mis horas en tu mirada y aunque lo he sentido venir tantas veces nunca ha estado tan cerca de soplarme arrastrándome a caricias ciegas infinitas como usurpando las líneas de una mano.
Tus ataques frustrados hacen mella sin querer como si eso fuera lograr vida y mis defensas se recogieran antes de que vuelva a sentir una hecatombe en el estómago, pero se sueltan cuando diseñas palabras que sonríen.
Destapándote, desinflado descubres que no estás solo y entonces me encuentro a mí misma donde la poesía vuelve antes de comenzar a hablar agujereando a su vez puntos negros que todavía sepan saltar al vacío.
La metáfora exacta no existe en mis ojos, a no ser que haya algo que le dé el carácter; ese punto en concreto que hace que no haya tardado tanto.
Nadie puede decirme que he llegado a un punto en donde sólo tengo prioridades y que otras estrictamente están de marca páginas en un libro que tengo que dejar a medias porque seguramente vaya a arrancar el último capítulo.
Los finales son el tumulto de todos ésos momentos que me dejan con la boca seca y otra sonrisa de enfado mirando hacia dentro lo que tengo que descomponer.
Es fácil echarte la culpa porque es lo único que me dejas tras los saqueos de ropa interior y dos manos sonriendo al peso. Es tan fácil decir que ojala te arrepientas algún día pero que no intentes volver. Es fácil decirte adiós después de pensar en la milésima de la parte más tierna que he conocido porque sólo así puedo mirar de nuevo todo lo que no eres.
He hecho el recuento de los besos de mentira y me han quedado de menos contados en granitos de azúcar volteándose de un soplo hacia una despedida sin derecho a reproches ni quejas.
Me has faltado y lo que me queda es… hacer pajaritas de papel con el resto de cosas que no dije, pero sé que es mucho mejor guardar los silencios y hablar después de cien respuestas más.
No es tan fácil desahogarme y admitir que me he vuelto a equivocar.
Te escuece dentro, sientes como se erosiona algo en el estómago y empieza a surgir la cólera hasta alcanzar las manos y una y media sonrisa postiza delante del espejo con nariz de payaso.
Rompes las palabras de un tortazo y relames todas las farsas en líneas apaisadas.
Ya sabía que la locura es una virtud más -pero no es el caso- o que los cuerdos son auténticos dementes.
Que no sé apenas de la vida, -es cierto, pero al menos no intento joder a los demás; no bajo frases pegadas con celofán que enmudecen al caerse.
Los olvidos me flagelan en la espalda pero siempre queda sitio donde poder hacerte un hueco y poner cajitas con tu nombre sin forrar.
¿Dónde van?
Sabemos que no importa, que todo el aire de dentro sale fuera con intención de respirar y que se llenan los espacios de los que antes hablaba, ahí están los recuerdos que se funden de una nada por el todo y de las ganas de pensar en otras cosas; y tal vez, trazarme para empezar de nuevo sin tu estorbo.
¿Dónde me quedo yo ahora?
Aceptando que la vida va en serio y que lo regodeos que salen del desfiladero son magia que vienen haciéndonos cosquillas.
Es una historia más para traspapelar que vive disimulando a ras del techo con más de una mentira y una apuesta demasiado alta.
Sabemos que no importa, que Abril seguirá siendo Abril y que nunca podrá ser Septiembre y que el fraude del cariño ya no tendrá tu nombre.
Alguna vez la encuentro por el mundo, y pasa junto a mí; y pasa sonriéndose, y yo digo: - ¿Cómo puede reír? Luego asoma a mi labio otra sonrisa, máscara del dolor, y entonces pienso: —Acaso ella se ríe, como me río yo.
Gustavo Adolfo Bécquer
Tras ahondar en las cosas más insignificantes me doy cuenta de que nada era tan superficial y que tus ojos buscando una mirada de desconcierto cuando sólo hablabas de ti durante horas no eran lo más importante en ésta vida. Me doy cuenta de que tampoco éramos dos locos con ganas de perder aún más la cabeza por algo que todavía no había aparecido del todo pero tú te empeñabas, te obligabas a buscarla y te diste cuenta de que no era yo. No sé escribir historias cortas ni largas y mucho menos tan siquiera sé si sé escribir.
“Eres poeta, María” -No lo vuelvas a decir, no lo soy. Es una especie de pasión, a ti te gustan los coches y a mí desmembrarme de vez en cuando en unas cuantas malas palabras.
Después de esto hubo silencio, una reserva de ésas que estabas acostumbrado a dejar correr como si pensaras que no tenía razón y no lo decías, tenías guardado en la recámara más palabras de las que a simple vista me dejabas ver y a simple oído sordo me permitías escuchar, nunca llegó a tus labios una frase de aflicción, estabas tan metido en ti que no me dejaste entrar del todo y en parte, lo entiendo porque a mí me cuesta un mundo aclarar mis historias. Tal vez mi único error fue intentar creerte, dejarte pasear a mi lado, dejar que me abrazaras aunque no te lo pidiera, a lo mejor hubiera sido todo más fácil si no te hubiera dicho que escribía. “En mí puedes confiar“.
Cada vez que vuelva a escuchar estas palabras te recordaré y no volveré a abrir la boca, simplemente me haré la loca. Has sido una de ésas personas que cuento con los dedos de una mano, no, perdón, has sido el único que me "conoce" que leyó un par de poemas, millones de cosas sin hacer y a mí metida en un tarro de cristal que respira por un agujerito tan pequeño.
Todo se ha ido haciendo tan raro que la reminiscencia se ha hecho borrosa o casi inexistente, no logro alcanzar la última llamada, tal vez fue la semana pasada, el mes anterior, hace doscientas palabras y un beso, no sé tan siquiera si pude esclarecer algo de ti, lo sigo diciendo y seguiré hasta que no me devuelvas todas las miradas, se me ha roto el tiempo y no me da para más.
Gracias por lo que ha sido y gracias por lo que no ha querido ser.
No importa si lloro a escondidas o si escribo para rabiarme un poco más, al cabo de un rato todo cambia de color.
Voy más lento y me encojo en la cama cada noche acariciando al miedo, tiene el pelo corto, la sonrisa perfecta, los ojos grises y la mitad de mí en la palma de la mano.
No sabes cuánto daño recorren las paredes si nombras en tu boca lo que no pudo ser, entonces me encuentro como un perro hambriento arañando la puerta trasera.
No hace falta que me digas nada, me abrigo junto a las sombras que se burlan con dos copas de más, Abril tiene los días ocupados desde que apareciste y me grita a voz en cuello donde por intervalos de tiempo tiras y das; me golpeo, me detengo, acelero, no me acerco.
Inspiro y me sacuden de un lado a otro las ganas de escribir sin saber a qué dirección debo pegarle un golpe para desenredar un sólo suspiro.
Y no me explico como tengo el pelo enredado contra la almohada, el talón forrado cubierto de tierra (por si acaso), las ganas de verte en un vaso lleno de tragos, otro cigarro encendido y a veces pienso que lo dejaría por ti, pero nunca lo sabrías.
Se van acomodando las palabras hasta reventar en algún final en el que me pueda oír e ir rompiendo el silencio después de ti.
Espiro y los martes al fin me dejan subrayar las veces que me preguntas en qué pienso, las sonrisas que me salen sin pedirlas cuando me besas, el momento en el que me empeño en buscar desde que día te dejé entrar, y todas éstas noches que no sé de la calma cuando me atrapas sin pase para una fuga.
Si te apetece robarme, no me importa que me sigas.
Respiro cuando me colocas a punto de vela en una esquina fundiéndonos en una sombra sin apagarme con las yemas de los dedos, y en ésos momentos que me gustas cuando callas inspiro, espiro.
¿Qué nos apostamos? Me silvas con sigilo mientras se disipan tus dedos mezclándose entre mi columna y mi saliva y te acoplas como si fuéramos un puzzle de cinco piezas.
En realidad somos dos extraños que se miran a los ojos y tantean a tiras su vida dejándose los detalles en un café, siquiera sabemos si mis versos en los que tú me ayudas sin saberlo llegarán a alguna parte o se romperán como aquellos dardos en una partida que ganaste con miedo a que tuviera mal perder.
Pero no sabes que también me río cuando me enfado, que cuando me pongo seria estoy pensando y que cuando tengo miedo te miro a los ojos esperando un abrazo de septiembre, y lo más cercano que encuentro es a ti.
¿Qué nos apostamos? Ahora, sólo ahora, estoy cansada de pensar.
Descubrimos dos palabras que ni tú ni yo intuimos si van en serio pero nos la jugamos dibujando trampas, las ganas, la cama, una tregua o tres y de momento ninguno de los dos pierde la partida.
Tenía que haber apuntado todos esos versos que van silbando de segundo en segundo como un tic tac desmayándose en mi cabeza pero me invento otros, peores que los de antes y creo que aptos en abrir y cerrar puertas con desdén.
No sé cuantas veces he intentado hablarte y mezclarte en mi vida sin arañazos en la sangre, sin que mi idea de tu cara sea más poema que todo lo que desarmo y muero en ellos, sin que titubees, sin un ya nos veremos como diría yo al percatarme de que no me interesa nada de lo que ocurra en un posible más tarde y, sin nada más que añadir en un silencio que hace cosquillas cuando me besas después de pensar en un:
“creo que te quiero”.
No, lo cierto es que no sé como mirarte a los ojos y decirte todo lo que no he reído, los secretos que guardo en cada línea, lo que he dejado a mis espaldas de filo delgado y frágil, el tiempo que no cojo un pincel y no dibujo esbozos en color, lo que he apartado sin volver a mirar lo que tanto dolía a gritos en silencio, y luego, mas tarde, con las piernas sentadas en un respiro ahogado, no contarte todo lo que me he escurrido hasta saciarme.
Y sé que es hora si lees algo parecido a una carta sin acuse de recibo porque lo que escribía antes no eran poemas, eran trazos en papel donde las cientos de hojas se precipitan a la papelera porque he notificado que ya no me sirven y se lanzan de una en una acallando el mal tiempo con sus malas letras.
Sin que tú lo sepas, sin que yo te cuente, sólo lee:
Es hora si te dejo que entres a arañarme la sangre con papel.
Despierta, el día menos pensado puede que llegues a creer en lo que dabas por muerto o aletargado por el tiempo. Pienso que nada muere del todo sin que pienses tú primero o nombres en voz alta, incluso puedes hacer vivir las palabras con sólo una mirada aunque sea de lejos, sin embargo, puede que no nos guste mucho lo que quieran gritarnos a mirada esbelta o puede que otras nos atrapen dejándonos en un coma profundo con la sonrisa erecta arrancando nuevas impresiones. No estamos muertos si quieres incluso morir o deshacerte de los cadáveres que guardamos debajo de la cama, en el fuego de la cocina o en trastero de la ropa vieja y apolillada. Esta claro que el tiempo nos debe tanto como nosotros lo hemos perdido pero ha sido un riesgo que ha corrido dejándolo escapar.
En estos largos meses he tenido tiempo de asimilar asuntos y creo que he sido capaz de dejarlos atrás o al menos incinerar parte de ellos sin ningún tipo de remordimientos ni de rencores, “nos ha llegado el final” y "debemos hacernos un favor", seguir por distintos caminos, por ello, existen numerosas desviaciones que no son ni mejores ni peores, simplemente escoges. Buscar otras alternativas a lo que uno está acostumbrado siempre suele ser más difícil de lo que se cree, al menos yo me sentía así , he empezado de cero, he dejado atrás trastos viejos que sólo arañaban, me he descuartizado y abandonado ésas partes de mi en algún lugar que se hayaban demasiado demacradas para reconocerlas pero que vuelven a reunirse poco a poco.
Hoy día si me preguntaran si quisiera volver a nacer de nuevo aún sabiendo todo lo que he vivido, no sé si sería capaz de cambiar algunas cosas, todas o nada porque aunque se ha pasado por infiernos creyendo que no había salida al final de un túnel o que he podido estar más cerca del precipicio de lo que nunca he llegado a imaginar, ahora, me siento un poco más libre y menos apoyando la cabeza en el retrete. Si todo pasa por alguna razón no soy yo quién tenga la respuesta, cada uno se labra su vida como quiere o como puede; he llorado, pataleado, turbado y nunca he pasado tanto miedo en mi vida después de pensar en algo peor. Necesito anclarme a mis cientos de pensamientos contradictorios, mis manías, la cabezonería y el empeño de hacer reír por todas las sonrisas que no he visto. Por ellos, por mi, contigo.
Mientras las cárceles se deshacen con ácido en vena, las ojeadas se esparcen en mitad de un callejón con las aceras más limpias que antes de ayer y sin cubos de basura repletos de mentiras y barro de engaño.
No me muerden detrás del cuello sosteniéndome en un montón de hierro viejo. No hemos tenido ni tiempo ni venganza para acabar con los cabos sueltos de una mañana fría y de una noche de verano, anclada a un libro negro pegado a la espalda.
Ahora sigue sonando la misma canción de hace dos años, pero del revés, y sin llanto anegado debajo de la almohada.
Y sigues ahí hasta cuando los retazos de mi memoria se disuelven y vuelven a no creer en nada, siquiera en mí, ni en los besos que nunca me has dado pero que siempre tuve demasiado cerca.
Tal vez suene el despertador como cada día y me levante pensando que todo va a ser un único espejismo sin salida, pero ha llegado demasiado tarde y la memoria en una mano suele ser menos frágil que si me cortas lo único que tengo.
DAKAR
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Qué quieres
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- la vendedora de frutas- breves momentos (POEMA)
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*Dura lo que dura la visita de un pajarillo *
*en el alféizar de la ventana *
*pero me cambia la mañana.*
*Muchos amaneceres son lluviosos y vento...
De Botones y Un Corazón
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*Se me fueron abriendo las costuras de la memoria: *
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Hace 14 años
Dicen que sonríes en la soledad y que de noche hablas a escondidas, que cantas y bailas con los espejos esperando alguna respuesta del tiempo. Dicen, dicen, pero tú no dices nada. De tanto callar, tú ya no dices nada. DELUXE.
Sin ser, me vuelvo duro como una roca si no puedo acercarme ni oír los versos que me dicta esa boca. Y ahora que ya no hay nada, ni dar la parte de dar que a mí me toca, por eso no he dejado de andar. Extremoduro
DISCIPLINA SECRETA
La casa como barco en alta mar de junio.
Las calles como trenes de noche sosegada.
Estas cosas no pasan en el mundo.
Estoy por afirmar que ahora vivo en un libro de poemas.
Pero si tú me miras, decidida a existir desde el fondo templado de tus ojos, también existe el mundo.
Y muy probablemente yo acabaré por existir contigo.