31 mayo, 2010

Un poema escrito bajo cinco minutos de sombra.















Cuéntame lo que te cuesta soportarme la mirada

que yo te hablaré del vértigo que supone escalar por tu garganta.

Puedo hacerme la cabeza un nudo
y entonces se estrecharían todas esas cosas tuyas
que cuelgan cada día y tiran de mí
como si fuera la goma gastada de un tirachinas.

Pero cuesta tanto abandonar esa tibia tirantez

en la que la incertidumbre de caer o no caer me mantiene viva.

Te quiero.

Es la primera vez que lo acepto porque sé
que no aguantaremos el peso de los reproches (los míos),
de las distancia de los minutos (los tuyos)
y son tantas veces que lo he escuchado en mi cabeza
que se me había olvidado que lo pensé ayer, esta mañana,
hace cinco minutos mientras escribía esta especie de poema,
mientras escuchaba tu voz que me suspende en el aire
como si cayera en paracaídas aunque no sepa lo que significa.

Te quiero sin querer porque hace tiempo me dejé de engañar
y sé que dejarnos caer nos matará de golpe
como pensarte bajo mi sombra
escribiéndote éste poema después de tantos meses.