22 noviembre, 2008

Quimeras de bajo coste



Te gustaría abrirme de una bocanada
para desencajar de una orden lo que simulo
estirándote sobre mis brazos escuálidos,
donde dices que nunca mientes
cuando escupes que no eres el mismo.

Siempre llegas eterno haciendo cosquillas al suelo,
coleando a media manzana hacia la chica
de mirada insuficiente presumiendo que puedes ganar.
Deambulando despierto,
crees tienes derecho a morderte el labio al reírte
deseando dos pares de piernas mal pagadas,
y sentirte mejor que nunca.

Crees que la quinta esencia
es una burda invención con escrúpulos innecesarios,
por ello, prefiero entender lo que no crees para sentirme a salvo
y despedir de una vez y desarmando de un portazo
la madera hueca por la punta de la mediocridad.

Tendría que malversarme de rencores,
de la utopía,
la mala sangre,
los besos largos,
las medias rotas,
el sexo medio seguro,
de un sin nosotros,
de ti,
de todo,
de nadie.

No puedo costearte el viaje
porque no te menciono a boca grande
para desvalijar mis deseos
retumbando mi estómago con una eufonía al vacío,
más que nada,
porque aquí no hay mercaderes de sueños.



17 noviembre, 2008

Entre copas



La carnaza se respalda entre los mil pliegos
de bocas rajadas con sabor a menta fresca
y colonia de marca por la media calzada

hacia la nuez de Adán.

Me dijo que me echaba de menos,
que mi sonrisa le recordaba

a una nueva copa de ron.

Lejos, donde nadie cuela las mentiras
y las verdades se convierten en medias,
se hacen caminos a voz en cuello
en forma de fracciones borrosas.


Las malas caras me invaden porque no sé,
no entiendo de lenguas jadeantes

y días vespertinos en un acomodado agro
sembrado junto a forrajes enfermos.
No entiendo de miradas empolvadas
ni de promesas que entienden

de lluvia ácida a ras de ojos caídos.

No hay invitaciones cuando
las apuntas con el revólver
ni copas llenas cuando hablamos
de si te cuelgo a un lado de la pared.
Mis miedos son sólo míos

y si no tengo boca para besarte
cámbiame por otra copa de ron.

15 noviembre, 2008

Príncipes y otros cuentos



Llegado al final de los puntos suspensivos tal y como escribió Joaquín Sabina, no veo mucho cauce para asomar la frente y pasear cerca de la orilla por si acaso alguien te arroja y no tiene la decencia de salvarte, algo así pasa con la palabra más famosa del mundo, amor, algunos la tienen como peregrinación cada semana, hay quien tiene suerte y lo sostiene haciendo malabares sin que haga una escapada, existen los que no quieren oír ni hablar del tema, y otros, sencillamente no están.

Te inventas un beso y te relato un cuento, esto es propio de los que usan la palabra en vano para alcanzar propuestas indecentes al principio del camino, cada respuesta incoherente puede ser una trampa mortal a los ojos de quien no nos quiere ver como una costumbre habitual. A ratos largos recuerdo la infancia porque era la época más bonita de mi corta vida, tenía todo lo que podía imaginar, todos los sueños en una caja de muñecas y la sonrisa inocente que aunque sigue persistiendo ya no es tan cándida. Respiraba otro ambiente a mi alrededor que resultaba sereno, era un olor a Chupa chups de chicle y palomitas de maíz dulce. A solas, me imaginaba como sería cuando tuviese dieciocho años y la realidad se ha hecho suspicaz en el trastero de mi mente pequeña, nunca me imaginé tal y como surjo en la película de cuento ya que se fue haciendo cada vez más tórrida. Recuerdo que quise ser veterinaria, enfermera, amazona y mil historias de princesas de cuento con un fueron felices y comieron perdices. Las perdices debí comerlas hace mucho tiempo atrás y la felicidad empecé a suponer que no existe en su totalidad. Los cuentos, se fueron arrastrando hasta las alcantarillas y no me dejaron leer más besos de mentira, nunca entendí porque Blancanieves tenía que esperar al príncipe para despertar de su lánguido sueño, tal vez, se hacía cadáver para que él no volviera.

Observo historias de graffiti pintadas en los ojos de los demás, me gustaría convencer a aquellos de miradas marcadas en las que se late decepción, que todavía puede haber un cuento para cada uno y que no es mentira. Debe ser que me queda todavía un viaje infinito en el que me toca averiguar si la felicidad no es una falacia, como cuando me preguntan que tal estás y contesto que no me puede ir mejor.

10 noviembre, 2008

Me apetece


Me apetece beber del suelo
y que las raíces notifiquen que hay un raíl con salida,
con retales de pretextos sin un nombre bordado en una esquina
y verte llegar algún día, sin palabras que dormiten mis sentidos,
sin pedidas de mano en un antes de ayer, sin caracolas muertas
bajo el alarido de una mujer que no soporta que sus ligas sean tirantes.

Me apetece ir más allá donde nunca he estado
e imaginarme tu rostro por la ventana sin pensar,
nunca me gustó hablar cuando parpadean los campos
ni cuando me hablas sin escuchar una palabra.
Nunca me gustó tocar lo que en sueños no me hace daño.

No es nada, tan solo unas palabras de aliento
he llevado la mente caliente, el corazón frío
y un par de piernas templadas para seguir adelante.
No es nada, sólo son mis viejas pertenencias y mis nuevas defensas.

Me apetece robarte el llanto y llevarlo lejos conmigo
donde siempre hallaré la correspondencia,
el rincón de las canciones,
escribir frases gravadas en un óleo en blanco y negro
y dibujarte la sonrisa a media asta.
¿Por qué?
Porque no existes y me apetece inventarte.

07 noviembre, 2008

Muecas fruncidas



Esta noche descuida porque mis labios están sellados, es extraño pero hace tiempo que no abro la boca porque no tengo sed y mi cuerpo poco a poco consume el alimento propio abastecido entre humos, huesos, piel y sangre y un montón de vísceras que no alcanzo a comprender. Mi cuerpo es frágil y apenas unos kilos llegan mas allá de la sonrisa de una sombra aunque la mía sólo devuelva en algunos casos muecas fruncidas.
Hace unas noches alguien me dijo algo en lo que nunca me había parado a pensar. La conversación taladraba de la siguiente manera:

-Recuerdo que ayer me dijiste que las preguntas no caducaban.- Me dijo él
-Sí, cierto, ¿tienes alguna?
-La verdad es que no, pero ya que estamos hablando, me gustaría que quedáramos algún fin de semana ya que no tengo nada que hacer y si tú tampoco … nunca rechazo dar una vuelta a Media Markt.
( Mi asombro no sé si fue que realizó la oferta como si yo le hubiera invitado o ir a dar una vuelta a ver tecnología en una tienda)
-Sí, claro algún día ya te diré algo. Perdona pero … me tengo que ir, llego tarde. -Espeté.
-Sabía que ibas a decir eso.
-¿Cómo lo sabías?
-Porque siempre te vas ocho minutos antes de la hora en punto.
-Debe ser algo sintomático. -Comenté sin ninguna importancia.
-Eres como un reloj cien veces adelantado, ahora estás y en una milésima de segundo no dejas ni la sombra de tu fluidez. Espero verte de nuevo.
-Algún día nos veremos. ( La última vez que dije eso creí que no volvería a verle y reapareció entre las palabras una de mis muecas fruncidas)
-Me hace gracia las caras que pones cuando me mientes.
-No eres el único que me ha dicho eso.

Después de ésta conversación me pregunté si él me había captado en unos meses lo que nadie había visto nunca, después de mi tropiezo con un estudiante que iba para bombero no vinieron muchos más, un triángulo amoroso de tipo viuda negra con la determinación de sexo xy se cierne a pocos metros y yo sólo puedo tejer una telaraña y salir por la primera salida de emergencia. Me sigo defendiendo, nunca lo he negado, pero la libertad es muy cara de conseguir y yo todavía no he despegado las alas.

Odio los poemas de amor en mensajes de servidores de baja calidad, los maremotos en forma de preguntas, los te quiero en dos días, los de una semana y creo que todos los tiempos habidos y por haber, un ramo de flores sin flores, la frase de “yo no soy como los demás“, las promesas que nunca finalizan, odio las risas inocentes de un comienzo porque nunca lo son, odio que me llamen con un diminutivo y que echen abajo los cimientos de mis opiniones, odio, sobre todo, que vigilen lo que no soy.

02 noviembre, 2008

Historias que no duermen

Siempre llueve los catorce de cada mes antes de anochecer.
Nunca me gustó dormir con peluches porque al despertar yacían debajo de la cama en un rincón, no sé si era sonámbula y lo hacía inconscientemente con el propósito de alejar la mentira de apego exánime o simplemente lo dejaba caer por los malos sueños y vueltas en la cama. Ahora meramente sueño con personas desconocidas, grito sin que nadie me oiga y algunos más tétricos que prefiero no inmortalizar. Hay pequeñas cosas que hacemos sin darnos cuenta y que se prolongan con el tiempo, desde que tengo uso de razón se menciona un sonido único y que ha formado parte de mi vida y creo que no podría vivir sin él, es la resonancia de la puerta cuando la cierra mi padre. Él tiene todo lo que nos falta a los tres y el que me levanta sin mediar palabra, él no lo sabe pero me ha enseñado más que todos éstos años de estudiante y Ella que es la persona por la cual tengo el nombre, es la dedicación y la admiración por la lucha.



La vida me trató como pudo y aprendí a crecer antes de tiempo, lo cierto es, que no tuve grandes problemas, los orígenes eran ajenos pero todos me afectaban, supongo que lo que conlleva a poder ilustrarse desde el otro lado es aprender a mirar a otros y de paso aprender a llevarlo con la cara alta y los pies en el suelo. Siempre hay un comienzo y yo creo que he retomado mi vida unos cientos de veces, siempre me renuevo porque aborrezco mirarme en el espejo y no reconocerme. A lo largo de nuestra existencia hay acontecimientos que sellan el suelo donde nos acomodamos y por más que restreguemos nunca nos descuidan, el tiempo suele ser un buen maquillaje para disimular lo que nos ha resquebrajado. Leí una vez que el miedo es un elemento de supervivencia que mediante el temor a que nos ocurra cualquier cosa aprendemos y salimos de las situaciones más engorrosas.


He tenido miedo tantas veces como me he renovado y algunos se han ido despedazando y agujereando por el camino, pero otros siguen persistiendo aunque no quiera darles vida porque ya no me pueden hacer mella como cuando me hacía creer mi hermano que los camellos de los reyes magos vendrían a por mí y me comerían, sí, la noche de reyes era la peor de mi vida, pese a los regalos que dejaban supuestamente los reyes ilustres debajo del árbol.



















He conocido gente de todo tipo y también muy particulares, tenía una amiga que se psicoanalizaba, cosa que siempre me ha parecido interesante pero analizarme a mí misma resultaría aún más traumático que echar la vista atrás, otros se esmeran en ligar cada sábado por la noche sin conseguir presa alguna y ante la decepción nunca desesperan, están al acecho las veinticuatro horas del día y … ando yo, que debo ser una especie extraña impugnando cualquier elemento que lleve la palabra amor por algún lado, suelo salir corriendo a la primera de cambio sin dejar siquiera las huellas en el suelo para que no puedan encontrarme.

A parte de todo esto, no soy todo lo que lees, pero lo que lees, sí que conduce con huellas.