15 febrero, 2012

Caprichos (contigo)



Vale, ya estoy aquí con las ganas de querer romperte
en pedazos de papel y guardarte en una de esas cajitas de madera
como si te mantuviese para mi, para siempre.

Febrero despierta y su frío hiela en los huesos como antes,
la luz que entra por la ventana
me invita a seguir sonriendo hoy, cada mes,
este último año de recuerdos envueltos en recovecos anidados
en tu espalda fuerte y lasciva.

Me pasa algunas en mi vida, pocas,
raras veces se me olvidan los zapatos cediéndome al aire.
Sí, siendo yo, la que siempre quise ser cuando me llevas de la mano
como si fuera una niña pequeña
entrando en una especie extraña de absentismo ideal,
pero que es de verdad.

Tú, que me devuelves la inocencia
y me llevas a los lugares más recónditos
que nunca me habían enseñado.

Tú, que me despiertas con caricias llenas de susurros
y me abrazas y me aprietas y ahí es cuando pierdo el norte
y donde entonces camino “desnuda” cogiéndote de la mano.

Por eso,
no volver a pisar las calles de Madrid
sin tu sombra dejando hueco a la mía,
sin tu mirada de niño
y de loco cuando bromeas.

Sin caricias,
sin ojos cerrados a los que besar.

Sin ti,
el sonido de la calle
me devuelve el ensueño.