
Te gustaría abrirme de una bocanada
para desencajar de una orden lo que simulo
estirándote sobre mis brazos escuálidos,
donde dices que nunca mientes
cuando escupes que no eres el mismo.
Siempre llegas eterno haciendo cosquillas al suelo,
coleando a media manzana hacia la chica
de mirada insuficiente presumiendo que puedes ganar.
Deambulando despierto,
crees tienes derecho a morderte el labio al reírte
deseando dos pares de piernas mal pagadas,
y sentirte mejor que nunca.
Crees que la quinta esencia
es una burda invención con escrúpulos innecesarios,
por ello, prefiero entender lo que no crees para sentirme a salvo
y despedir de una vez y desarmando de un portazo
la madera hueca por la punta de la mediocridad.
Tendría que malversarme de rencores,
de la utopía,
la mala sangre,
los besos largos,
las medias rotas,
el sexo medio seguro,
de un sin nosotros,
de ti,
de todo,
de nadie.
No puedo costearte el viaje
porque no te menciono a boca grande
para desvalijar mis deseos
retumbando mi estómago con una eufonía al vacío,
más que nada,
porque aquí no hay mercaderes de sueños.