21 octubre, 2008

Hijos de incógnitas




La noche se acuesta en tus hombros
entre las almohadillas de tu carne y hueso
encubriendo a tu nuca la inconsciencia cara
que nos sufraga a un descenso lejos de la mesura.


La soledad es un saco roto envuelto entre el cuello
gritando desespero en una puerta hinchada.
¿Que me quieres? No es una gran locura,
es una densa paranoia en tus ojos
a punto de lanzarse hacia un choque frontal
contra ningún fin.


Lo he sentido más de dos veces
y es más que suficiente
para saber lo que no quiero
porque mis miserias se componen
del mar abierto que no ven tus ojos, ni los míos.


Mis experiencias triviales tocan fondo
cada vez que alguien toca las hileras de mi orgullo
junto al cenicero rebosado de insuficiencia,
pero es mejor que estar esperando a ver si vuelves
y caminar descalza en círculos
en una habitación cuadrada
desaprobando lo que tal vez algún día haga.


No sé si realmente pido lo que quiero
o necesito querer sin tener nada a cambio.
¿Tú me lo puedes dar?
Creo que no, porque hoy necesito el cielo
y mañana tragarme en el lavabo,
echando por tierra hijos de incógnitas.

18 octubre, 2008

Juguemos a ser niños




Juguemos a ser niños
descubriendo trazos en la pared
sin acariciar al pánico en acto seguido.


Quiero recriminarle al pasado,
al que tanto quisimos cuando actuábamos
a ser mayores en un teatro teñido de rosa,
y el que nos impuso las reglas del juego
en un escenario a medio hacer.


No puedo despegar del suelo la puerta perforada después
de que tu mirada de párvulo me abandonara
sin un beso con sabor a sándwich,
ni cuando mis palabras se apartaron de tus cristales
por incógnitas de terceros
exhibidos en chupitos de Wishky.


Juguemos a ser niños y descríbeme la infancia
en colores de papel, con la magia en la que ya no creo,
la rebeldía que me sobra y el amor que nunca conocí.


No llego a recordar tan lejana nuestra edad,
tan cercanas nuestras bocas
y tanto tiempo pasado para acapararlo
con la sonrisa de dos inocentes
en una tienda de marionetas.


No quiero que muera otra historia de Shakespeare,
ni el primer reencuentro bajo dos sombras permutadas
apostando a ser mayores.


Juguemos a ser niños y recuérdame
más de una vez como se hacía,
acompáñame de la mano, contracorriente;
terminemos el escenario invertido

14 octubre, 2008

Vidas paralelas


Dos siluetas se encaraman
en el mismo sino descorchando
botes de cristal con los dientes.

Somos dos prófugas sin zapatos,
destapando el bizcocho de chocolate devorado,
yo huyo de él y sueño con todos, ella alterna en cada hombre de fin de semana

Encargamos los mismos errores de norte a sur,
busca un cuello caliente donde sosegar la cintura,
sus recuerdos y su muerte colgada hace tres años.

Hizo que mi vida se sujetara en la suya
en el momento que la miré por primera vez,
esbozada en una octavilla a carboncillo
con la vista impenetrable, buscando
a alguien que la reconociese con la mirada.

Yo asiento deambulando por rincones
observando a la gente y preguntándome
si puede ser él tras la cortina de misterio
el que me deje ver mi infancia en sus manos
y volver a besar en la mejilla al niño de siete años.

Somos irregulares
pero caemos al mismo compás,
sacamos las ruinas para adornarlas
y hacerlas más útiles a nuestros ojos.

Ella me enseña lo que no debo hacer.
Yo la invito a sentarnos
a vigilar los pájaros de noche.

Dedicado a mi amiga Sara que aunque no lo sepa, también la escribo.

11 octubre, 2008

Despedidas


Con la coartada a cuestas
me hundo al fondo del cenicero aún candente,
sustraigo accidentes de intervalos
y los incinero en las “calderas de Pedro Botero”.


Con la distante inscripción en pretérito imperfecto
se esnifa el mismo hedor,
el hoy del mañana, el hola del adiós
que me saben a las maltrechas palabras
de un mediodía hendido.


Las arrugas de los nudillos me susurran
que un día fuimos gigantescos,
que nos tomamos el mundo con las dos manos,
dejando en frente al toro corneado
con la franqueza sorda articulada como una Baby Doll.


Los espacios transitan por nuestro peso
recordando en círculos las sentencias discontinuas,
se echan la siesta bostezando la última hora,
caminan a hurtadillas las láminas mal colgadas en la pared,
el agua, haciendo la última reverencia,
las risas cerradas con alambre de hostilidad.


Pero cada vez se pone el sol a deshora,
lo miro con un efecto óptico lidiado
sabiendo que todo tiene un principio
y que nada tiene un final perfecto.


Las bienvenidas se llaman primaveray las tierras paupérrimas …
son los ojos de despedida de octubre.