04 julio, 2008

La cúpula de cristal



La cúpula de cristal se ha gangrenado
como el murmullo doliente
de unos brazos mutilados
y hemos rajado al tiempo
en cataratas de nuestros dedos,
dedillos indelebles
vagando a pasos cortos
en las huellas diminutas
de un reloj de arena.

Es el sonido a hojas secas
pisadas por nuestras bocas
que sofocan cada gramo
de voz que se turba.



Apoyada en la contraventana
se asoma mi frente como si hubiera
un bálsamo allí fuera
y lo de dentro parece correr
a holocaustos que brotan
a borbotones de la cama,
miro a la calle
y hay niños con bufandas.



Mientras,
está todo sellado en masillas tostadas
como un genio vestido de caco
robando minutos de ventura.



Nuestra cáscara de cristal
está aborrecida de los tiempos
descompasados que concluyen
y no regresarán a su lugar
aunque oprimas con ganas los segundos.



Sin duda,
nos veremos en otras vistas
bostezaremos en otras manos
pasando el turno a nuevos letargos...

Tus ojos sobre cuadros
no matizados,
tus piernas desenfundadas
en aluviones hollados.

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